No me pidas que te mire a los ojos: no puedo.
Creí ser más fuerte: no lo soy.
La culpa es tuya. Tú comenzaste todo esto: no pasa nada… te vendrá bien… sólo es por una temporada… total, nadie se va a enterar…
Me convenciste, con esa mirada profunda tuya. Comenzamos a preparar todo en secreto. Estaba tan ilusionada. Todo era muy bonito, morboso… Decidimos no contárselo a nadie.
Llegó el día. Tras un apasionado beso de buenos días, me acomodé en el coche, dispuesta a disfrutar del paisaje. Mientras conducías vimos amanecer. El sol se asomó y nos saludó entre las verdes montañas. Paramos a desayunar. Pueblo pequeño, bar aún más pequeño.
Tras un café y una tostada casera proseguimos nuestro viaje.
Hora y media más tarde llegamos a nuestro destino. Preciosas montañas, encantadora casa rural…
Sólo hizo falta un instante: mientras introducía la llave en la cerradura, mi alma se impregnó de la magia de Huesca.
Y, ¿sabes qué? Que no pienso volver a mi monótona vida. Me quedo a vivir aquí.
No me pidas que te mire a los ojos: no puedo.
Creí ser más fuerte: no lo soy.
La culpa es tuya: no pienso volver, no puedo volver.
Eva María Escudero Yagüe
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