Sabiñánigo y mucho más. Fotografía de Juan José Mairal |
¡Me sentía extraño!... Todo olía
a algo parecido a lo que mis padres y mis abuelos me habían contado tantas
veces cuando era pequeño. Sentí es fragancia rural que ningún perfume o colonia
podían imitar y que me llegaba, por vez primera, aquella dulce primera mañana
de un caluroso verano en un rincón del pirineo aragonés. A lo lejos el murmullo constante del agua que
venía in crescendo desde la gran montaña por donde aparecía cada día ese sol
que picaba al llegar el mediodía.
Más cerca, contemplaba esa casa
como reformada, como con otro sentimiento de orgullo y de renacer otra vez, una
casa de pueblo, casi perdida allá en la provincia de Huesca que tras años de
trabajo y sacrificio, de recuerdos y nostalgias y por supuesto de mucha ilusión,
había logrado resurgir de sus casi cenizas del tiempo y de esas calles casi
desiertas-
Un lugar donde las películas no
llegan, donde todo olía a algo parecido a lo que mis padres y mis abuelos me
habían contado tantas veces cuando era pequeño, donde las palabras “silencio”,
“paz” y “tranquilidad” se entremezclaban como una sola y eran parte inherente
de pequeñas historias diarias de parejas, familias o personas solitarias.
Un lugar con una forma de vivir
que te dominaba, de sentir de otra manera, con otros colores a verde y tierra,
con otros olores, con otros sabores, donde todo huele a diferente, a rural, a
Pirineo y a Somontano, a lluvia recién caída o a amanecer… con olor a rural.
AUTOR:
Juan José Mairal Herreros
Sabiñánigo
(HUESCA)
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