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El abrazo imposible. Fotografía de Victoria Trigo Bello |
Te advertí que no trajeras el río
de la vanidad, te imploré que no jugaras con nuestro amor. Te pedí que
apaciguaras tu brillo y controlaras tus rayos, que no por mucho deslumbrar es
más duradera la luz.
Éramos
felices en nuestra sencillez rural de hogaza y sopa caliente, teníamos el edén
en esa arcadia de Huesca que huele a albahaca y a lumbre de carrasca, pero
aquello te sabía a poco y ampliaste el corazón –ese corazón único y nuestro- donde
nos abrazábamos y gestábamos sueños, para que en él cupieran otros horizontes,
otros afanes, otros amantes.
Ahora,
desterrados del paraíso de la complicidad, somos dos orillas que se miran y a
duras penas se reconocen, dos memorias que quizás en algún momento añoran el
tiempo irrepetible en que estuvieron unidas, hasta que un sol envenenado hincó
la guadaña que las separó.
Autora: Victoria Trigo Bello
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