Fotografias III Concurso Hueca compartir emociones"

RELATOS TURISMO VERDE HUESCA

Fotogrfías presentadas al III concurso "Huesca compartir emociones"

Relatos presentados al IV concurso de Microrrelatos Turismo Verde Huesca.



lunes, 28 de junio de 2010

O ESTRELLÓN - Alberto Manzanera-

Fotografía de Jesús Montaño
De II Concurso Huesca Compartir emociones
Hace ya muchos años que Adolfo, que por cierto era una gran persona, de regreso de unas maniobras militares le dijo que en su pueblo, de cuyo nombre nunca consiguió acordarse, a aquel lucero lo llaman O Estrellón. Era una de tantas de esas infinitas y nunca bien ponderadas “historias de la puta mili”.

En esos momentos le pareció tan rural, vulgar y gracioso el término, al tiempo que desacertado, que no dejó de reír en horas, días, meses. Hasta le arrestaron veinte días en la enfermería por si se trataba, eso dijeron, de un trastorno transitorio de la personalidad. Pero esta es otra historia.

Con el transcurso del tiempo, con la perspectiva que otorgan unas canas, muchas según algunos, ese vulgarismo se fue maquillando de cultura, y la risa patética que le provocaba iba dejando paso a la admiración por el origen del conocimiento, a la meditación de lo humano y de sus inquietudes.

Recuerda todo esto desde su inesperada soledad, que no la única en su vida, pero en cuanto que repentina y no deseada, la sufre con la ansiedad propia que origina la incertidumbre, como la del burgués parisino que desde su celda oía el alarido de la guillotina.

Ya se vuelven a colorear los pinos, los robles y las escasas hayas con ese verde que la fúnebre noche casi le ha hecho olvidar. Y es que la oscuridad vivida sin sueño en los montes perdidos, perdido en su mundo, seca quijotescamente el cerebro del más lúcido de los hombres.

De que sigue pisando tierra de Huesca, la que le vio nacer, de eso no tiene dudas. Huele a mañana, a mañana fría, de verano pero fría, siempre ligeramente húmeda.

Oye las primeras alondras, madrugadoras, y un pinzón, que parece dar las dos desde el campanario sin campana de la iglesia en ruinas, en la que ha velado bajo su techo estrellado las largas horas negras hasta la locura.

Toca un bloque calizo y musgoso, de los que aún sostienen orgullosos tantos pequeños praus.

Saborea la belleza del barranco saltarín, que tal vez albergue en sus badinetas las hadas que hasta este olvidado lugar le han traído engañado por una afición.

Y vuelve a mirar O Estrellón, al este, ya más alto sobrevolando el puerto, que le dice que debe vivir para encontrarse y buscar la senda que le devuelva a su hogar, con el amor de su vida.

Pero sigue aquí, inmóvil, absorto en la inmensidad que tiene ante él, temeroso, pensando que este momento que ya se le escapa no volverá.

Suspira, agotado, y empieza a andar.

Alberto Manzanera

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